"JAMÁS VAS A OÍR HABLAR DEL AMOR COMO LO HAGO YO, PORQUE NO TODOS TIENEN LA VIRTUD DE PODER ESCUCHARME"

13 de febrero de 2015


III

Por primera vez, después de muchos años de ser una ermitaña, un alma errante, se quedó por mucho tiempo en un solo lugar, como si hubiera encontrado un hogar. Un lugar al que pertenecía. Un lugar donde la persona que lograba transformar su mundo no era solamente ella. Pero Agnes Dalí vivía enamorada de alguien de nombre Solari Ecab. Fue cuando aquel don que poseía Yivrail Mihalik, no le encontró el verdadero sentido, la satisfacción que tanto le había dado desde hace mucho tiempo, no la encontró ahora.

Era un alquimista… podía cambiarlo todo a su antojo, en lo que quisiera: forma, tamaño, color, textura… todo lo que se pueda imaginar. Sabía que podía con lo que estaba sintiendo… era algo insignificante. Eran sentimientos humanos y Yivrail Mihalik podría no ser uno de ellos, distaba mucho de ser un simple humano. Podía cambiar los sentimientos si se lo proponía. Intentó transformar su amor en amistad, le fue imposible. Intentó otros sentimientos: la indiferencia de ellos; la ignorancia, el desinterés; incluso intentó con el odio, pero todo fue en vano. Su don no podía transformar sus propios sentimientos y, como obvia razón, no podía cambiar los de Agnes Dalí.

No podía transformar sus sentimientos, o cambiarlos a su voluntad, pero Yivrail Mihalik aprendió a ocultarlos. Su amistad con Agnes Dalí fue recíproca. Mundos diferentes seguían siendo, pero en un mundo donde todas sus diferencias eran exactas para encajar. Lo intentó por mucho tiempo, conseguir que sus mundos fueran uno solo sin poder utilizar su don. Fue por su voluntad, su valentía, su interés… su amor. Su deseo de ser normal la llevó a vivir como nunca lo había hecho desde que era consciente del poder que poseía: quiso jugar a ser como cualquier mortal.

Yivrail Mihalik se jugaría el todo, por todo lo que podía transformar. Quería el amor de Agnes Dalí. Su admiración. Su sorpresa. Sus ojos mirándola con otro sentimiento que no fuera sólo de amistad.

Sabía que el día no volvería a ser el mismo, no tenía el don de manejar el tiempo y regresar todo atrás si las cosas salían mal. Tenía que soportar y sobrevivir con cualquier reacción que tuviera Agnes Dalí. Pero quería arriesgarse; todo o nada.

Se encontraba inquieta, era la primera vez que le revelaría a una persona su secreto.

—¿Sabes lo que es un alquimista? —preguntó.

—Más o menos —respondió Agnes Dalí—. Eran como magos que…

—Los que buscaban encontrar el elixir de la juventud —interrumpió—. Los que buscaban convertir el plomo en oro.

—Sí. He leído en los libros de historia y escuchado de ellos en las películas de la edad media, en la cacería de brujas.

Yivrail miró hacia el cielo y suspiró. La palabra exacta de lo que era no la tenía. Cómo definirse a ella misma si nunca le importó saber porque había nacido con un don tan único, sin saber cuál era el sentido de su existencia. Todo mundo conocía casi todo o nada sobre un alquimista, llamados de forma distinta en diferentes épocas: magos, brujos o científicos locos. Llamarse alquimista quizá no era la mejor forma de explicarlo. Exponerse y exponer su don, sabía que no habría marcha atrás después. Regresó su vista a Agnes Dalí, al primer recuerdo que se grabó de ella en su memoria. Había un montón de personas que se arremolinaban para observar su espectáculo, la primera vez que se presentaba en la región. Incrédulos, curiosos, había de todo: niños, hombres, mujeres, ancianos… todos mirando lo que hacía. Había miradas de sorpresa y algunas voces que murmuraban palabras que jamás tomaba en cuenta. No le importaba lo que pensaran de su atuendo —parecía sacado de un libro del medio oriente—, mucho menos lo que creyeran de su espectáculo. Pero un día, entre en medio de tanta gente, sintió la mirada de Agnes Dalí… y cuando sus miradas se toparon, ella sólo le sonrió y agachó la mirada. Yivrail Mihalik quedó fascinada por lo que había visto, por tan humilde contacto. Había presenciado en su mirada el más hermoso espectáculo, algo que no parecía real. Había visto tantos ojos observándola, pero jamás había visto algo tan hermoso como su mirada, pero no era sólo su mirada, era también su sonrisa, donde se asomaba en ella parte de su alma. Fue la mejor recompensa ese día, el mejor pago que había recibido por su espectáculo en muchos años.

—¿Crees que en verdad existieron? —le preguntó Yivrail Mihalik.

—No —respondió—. Ahora sólo creo en las ilusiones. Las que tú solías hacer.

Yivrail Mihalik agachó la mirada al escuchar sus palabras. No quería ser un ilusionista, pero así se había presentado en su vida, así se habían conocido. No podía mostrarle al mundo su verdadero don. Tenía miedo de ser juzgada, de que en algún momento tuviera que huir y se viera envuelta en otra cacería de brujas, como en el pasado. Ocultó su don en todo lo que pudo. Había aprendido trucos de cartas: cambiar el número, el color; desaparecer las cosas; sólo trucos de verdaderos magos. Aprendió lo más sencillo para no tener que utilizar su don muy seguido. Después del día que miró a Agnes Dalí por primera vez, Yivrail Mihalik se había marchado por un par de años, llevando su espectáculo a muchas partes del país. De vez en cuando recordaba su sonrisa y se preguntaba dónde estaba, qué sería de ella ahora. Hasta que regresó al lugar donde había visto lo más hermoso. Las personas habían olvidado el espectáculo de ilusiones. Yivrail Mihalik hacía cosas nuevas; trucos sorprendentes. Y un día, volvió a mirarla y aquello que sintió la primera vez, era diferente… era… era inefable. Agnes Dalí no la miró y no la miró por mucho tiempo, pero lo que sentía Yivrail Mihalik se hacía más fuerte.

Agnes Dalí se había convertido en una especie de ancla que le impedía irse. Ofreció su espectáculo muchas veces en el mismo lugar, algo que tiempo atrás no solía hacer. Quería volver a verla. Cada Solis dies la esperaba. Y se dio cuenta que no necesitaba buscarla entre tanta gente, porque había algo en su interior que sabía cuándo estaba. Era el aroma de su esencia lo que llegaba primero a sus sentidos; la perturbaba a tal grado de equivocarse muchas veces con lo que estaba haciendo. Sus manos temblaban y su rostro se sonrojaba por su torpeza. Las personas se reían de ella por sus equivocaciones, ese día ya no era una ilusionista, ese día, sólo cuando la miraba, por esos escasos segundos, se convertía en un bufón. La carta que había prometido cambiar del diamante rojo al negro, lo convertía en café claro y los naipes restantes caían con torpeza a sus pies. Su don se alteraba al igual que todo lo que había en su alma. Pero había días en que Agnes Dalí no se presentaba… y había días en que no se detenía a ver su espectáculo, y sólo le quedaba mirarla pasar.

—Yo digo que los alquimistas —decía Agnes Dalí—, eran brujos que nada más…

—Soy un alquimista —interrumpió—, por así decirlo…, creo…

No quería que Agnes Dalí pensara que pertenecía a una secta de brujos o algo parecido. El día que se atrevió a buscarla, a conocer un poco más de ella, fue un espectáculo que nadie esperaba. Yivrail Mihalik le sonrió y recordó todo el tiempo que estuvo pensando en la manera de acercarse. Quería saber su nombre, tener sus ojos fijos en los suyos otra vez. Por mucho tiempo pensó en la manera de acercarse y poder conocerla. Daría su mejor espectáculo, algo que asombraría a todo el mundo. Ese día había llevado un pequeño gato de color blanco, con unos ojos azules muy hermosos. Los niños se acercaban para acariciarlo y el pobre gato maullaba, como presintiendo su destino: dejaría de ser un gato; Yivrail Mihalik se robaría su esencia. La había visto pasar sin detenerse, había mucha gente como para querer hacerse espacio y ver un espectáculo cualquiera de magia. Yivrail Mihalik sólo aguardó a que pasara una vez más, y cuando lo hizo. El pequeño gato intentó huir, pero a los ojos sorpresivos de los espectadores se convirtió en una paloma. Se escucharon las voces de asombro, pero aun así no logró la atención de Agnes Dalí. La paloma blanca batía sus alas sobre las personas, dándoles a saber que no se trataba sólo de una ilusión, era real. Yivrail Mihalik alzó la mano y la paloma se posó en ella, quizá con la esperanza de volver a ser un gato. Yivrail Mihalik la tapó con una frazada roja por pocos segundos y cuando la destapó, la había convertido en un pequeño mono, igual, de un reluciente blanco. Se movió inquieto sobre la espalda y la cabeza de Yivrail Mihalik. Los niños estaban cada vez más fascinados. No se esperaban ver nada como eso. Pero Yivrail Mihalik sólo se enfocaba en llamar la atención de la persona que ya se había alejado, ni siquiera la había volteado a ver. Tomó una rosa de papel y se la dio al monito.

—Ve —dijo en un murmullo.

Se movió apresurado entre las cabezas de los espectadores, recorriendo los puestecitos ambulantes, dando un salto aquí y allá. Tenía que detenerla, como si supiera desde siempre a quien iba dirigido su mensaje. Cuando llegó justo detrás de Agnes Dalí, al monito sólo le bastó tocar su hombro para interrumpir su partida y entregarle la rosa que llevaba en sus manos.

Miró a Agnes Dalí y recordó su mirada de asombro, aunque no dirigida a ella. Le había bastado; recordaría para siempre el gesto de su mirada. Había recibido su rosa, como un sutil mensaje de sus sentimientos. El pequeño mono se abalanzó entre los puestos, un tanto juguetón, como si quisiera huir. Yivrail Mihalik haría el final de su espectáculo de la manera más brillante. Y a los ojos de todos, aquel pequeño mono, fue convertido en un impresionante león blanco, sus ojos azules brillaban con furor. Su rugido hizo que muchas personas trastrabillaran y terminaran en el suelo. Algunos gritaron, pero no hicieron movimiento alguno para huir, no querían ser devorados en el intento. El león volvió a rugir, las personas le abrieron paso para que regresara a su lugar de origen: una jaula para un inofensivo gato, donde ahora no entraría ni su cabeza. Dio un último rugido y se echó a correr hacia Yivrail Mihalik, como si atacarla fuera su única intención. A unos metros de llegar a ella dio un salto mortal, pero a centímetros de impactarse contra Yivrail Mihalik, lo convirtió en agua, en gran cantidad, como lo había sido su tamaño. El agua se estrelló contra el piso, salpicando a los presentes y empapando por completo el cuerpo de Yivrail Mihalik. Los espectadores no sabían si aplaudir o gritar de terror. Lo que habían presenciado fue sorprendente, incluso para Yivrail Mihalik, nunca había hecho algo tan impresionante. Las personas que habían caído se incorporaron poco a poco, los niños habían dejado sus rostros de espanto. Hasta que Yivrail Mihalik hizo una reverencia, mostrando su acto final, fue cuando los aplausos rompieron el silencio. Ese día todo había valido la pena.

Pasó mucho tiempo para que Agnes Dalí le devolviera el obsequio a Yivrail Mihalik. No se detuvo a ver su espectáculo, pero le regaló una hermosa sonrisa al pasar, depositando a su memoria otro fastuoso recuerdo.

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Ya se mueve lento xD

DEJARÉ LA LUZ ENCENDIDA, PARA CUANDO ABRAS LOS OJOS NO TENGAS MIEDO, PARA QUE SEPAS QUE NUESTRA OSCURIDAD SOLO FUE UN PARPADEO TUYO

Me propongo ser de ti: tu mejor historia de amor.

Puedo amarte o no, depende de lo que en el camino se dé entre nosotras. Quiero decírtelo en un instante o puedo callarlo para siempre. Puedo ser una ilusión pasajera o una realidad que podría ser eterna. Quiero ser tu delirio, tu pasión, tu tranquilidad, tu felicidad y tu mejor sueño. Quiero ser y hacer mil cosas en tu vida… si me dejas ser parte de ella.

O podría ser como un libro para ti, ¿qué te parece la propuesta? Quiero hacer que te guste leer. Puedo ser una novela o un cuento corto en tu vida (incluso, puedo ser sólo un libro con la más hermosa poesía). Quiero ser tu escape o la forma más dulce de ver la realidad. Puedo aburrirte o llamar tu atención por completo. Puedes leerme por ratos si quieres o puedo robarme todo tu tiempo para que termines de leerme (porque no vas a poder evitarlo). Quiero ser la historia que quieras, según tu estado de ánimo. Puedo confundirte o puedo ser la lectura más simple. Puedes terminar de leerme y olvidarme, porque simplemente no es lo que te gusta.

Pero, ¿sabes? Me propongo ser tu libro favorito; al que siempre llevarás cerca de ti, al que guardarás bajo tu almohada o tendrás siempre junto a tu cama. Quiero ser las hojas que tus manos querrán tocar y las palabras que tus ojos no dejaran de ver. El libro que leerás mil veces porque te gusta y no hay mejor historia que la que has leído en mí. Me propongo ser las páginas donde se guardan las palabras que te harán soñar, sonreír y creer. Puedes subrayar las partes favoritas, las frases a las que regresarás cuando sientas necesitarlas. Seré el libro que sujetarás contra tu pecho mientras piensas en las cosas bonitas que has leído de mí. Quiero ser las palabras que te robaran una sonrisa, un suspiro o una lágrima. Sé que encontrarás palabras que ya habrás leído muchas veces en cualquier otro libro, pero la forma en que las leerás de mí, no las volverás a encontrar escritas de la forma en que las verás en mí. Quiero ser la mejor historia o sólo la más hermosa que hayas leído. Me propongo ser las palabras que vas a entender y no querrás olvidar. Quiero ser tu libro favorito, al que leerás cada día con calma, porque no querrás llegar nunca al final.

Me propongo ser de ti: tu mejor historia de amor.

No te enamores de un escritor

"No te enamores de un escritor, son arrogantes, exigentes, obstinados, calculadores, presuntuosos, inestables, caprichosos, impacientes, apasionados, celosos, intensos, dramáticos, hipocondríacos, adictivos, inevitables, locos, trágicos, inseguros (extremadamente), extraños, egoístas, solitarios, vulnerables, soñadores, nostálgicos, misteriosos; vamos, en una sola palabra: inexplicables. Pero ten la seguridad de que si uno se enamora de ti nunca lastimará tu corazón, porque es leal, sincero y bondadoso, ellos aman de forma diferente... En consecuencia intentarás dar el golpe primero, destrozarlo y despertarlo a la realidad. Sabes que hará literatura con su sufrimiento para volver a reconstruirse.

No te enamores de un escritor, porque tiene la mayor libertad de no hacerlo de ti. Y tendrá la bondad de no darte esperanzas, será franco y gentil, aunque lo sientas cruel. No te enamores de un escritor, pero si lo haces, habrás de conocer el amor más puro que jamás sentirás por ningún otro ser sobre la tierra; porque aquel, a quien no debes amar, te enseñará cómo es el verdadero amor.

No te enamores de un escritor, menos cuando te pide que no lo hagas. Te está protegiendo y se protege a sí mismo.

Y como último consejo: No enamores a un escritor, corres el riesgo de que te ame por siempre"

Si el amor...

Si el amor verdadero pudiera llamarse de otro nombre, tendría el tuyo. Si pudiera escucharse, tendría el dulce sonido de tu voz. Si pudiera verse, tendría tu sonrisa todos los días para contemplarse. Si pudiera sentirse, tendría la misma suavidad de tu piel. Si lo quisieran hacer aún más perfecto, tendría la belleza de tus ojos: en lo dulce de tu mirada. Tú eres el amor verdadero que el cielo me dio como regalo conocer. Amarte a ti fue amar más allá de todo. No importaba nadie… no importaba nada, solo tú y este amor que no tendrá fin dentro de mi alma. Es como volar sin tener miedo a caer, sabía que no me dejarías caer. Es creer que no importaba el aire para vivir si estabas conmigo. No importaba la luz del sol mientras tenía el brillo de tus ojos. No importaban los obstáculos porque lucharíamos contra todo y todos. Porque el tenerte a ti es vivir cada mañana recordando la ternura de tu sonrisa. Es tener la ilusión de verte cada día forjando tus sueños junto a mí y porque sé que cada día me hubiera enamorado más de ti.

Tú estás más allá del sentido del amor, porque me enseñaste de la manera más dulce la verdadera esencia, el propósito real y la inmortalidad del sentimiento…

Si en este largo viaje pudiera llevarme algo de ti, me llevaría tus recuerdos conmigo para evitar tu sufrimiento de que no volverás a verme. Simplemente porque me enseñaste el verdadero valor del amor, porque pediría vivir mil veces la misma historia a pesar de este final tan injusto… Tan sólo porque sé que ya no será en esta vida, pero sí en la próxima.